viernes, 28 de marzo de 2014

Nueva España y Perú

Después de las exploraciones, las potencias europeas conquistaron y colonizaron territorios en América. A partir de entonces, la cultura europea y la de las civili- zaciones americanas se unieron y constituyeron las naciones americanas de hoy.
Los españoles se apoderaron de las grandes civilizaciones americanas: los mexi- cas en Mesoamérica y los incas en los Andes. Eran los imperios más poblados y más importantes, por eso cuando España se dividió administrativamente les otorgó el rango de virreinato. El Imperio Azteca se convirtió en Nueva España en 1535, y la región incaica en el virreinato del Perú, en 1543.
Los demás territorios americanos recibieron los nombres de capitanías hasta que tuvieran más población o riquezas que justificaran elevar su posición, como ocu- rrió en lo que hoy es Colombia, Panamá y Ecuador, que, por la importancia de sus puertos, fue nombrado el virreinato de Nueva Granada en 1717, mientras que lo que hoy es Argentina, se volvió el virreinato del Río de la Plata cuando sus puertos se volvieron puntos de comercio y se encontraron algunos yacimientos de plata.
Para gobernar sus posesiones, los españoles establecieron nuevas instituciones, como la Casa de Contratación de Sevilla, organismo que se encargaba de re- gular el comercio y la migración española en todas las colonias. Los virreinatos también contaron con audiencias en las poblaciones de importancia, las cuales tenían a su cargo tratar asuntos administrativos, económicos y de justicia. Eran presididas por el virrey, quien era el representante del rey en las nuevas tierras y se encargaba de la administración de las mismas. El cargo no era hereditario, los monarcas españoles nombraban a sus representantes según sus aptitudes, por sus servicios leales o como premio.
En general, Nueva España y Perú tuvieron características coloniales muy pare- cidas: ambos virreinatos tuvieron organismos administrativos coloniales, fueron cristianizados por las órdenes religiosas, se explotaron las minas, se hicieron


grandes haciendas, hubo mestizaje, la arquitectura y la pintura tuvieron el mis- mo estilo, etcétera.
La diferencia radicó en la manera como los pueblos indígenas asimilaron la Con- quista. En Mesoamérica, Hernán Cortés desembarcó en 1519 y, en su avance hacia el centro del Imperio Azteca, encontró a su paso pueblos que se aliaron con él y otros que fueron conquistados. Cuando finalmente Tenochtitlan cayó, los pueblos aliados gozaron de privilegios, lo que permitió que la religión y la administración española fueran más rápidamente asimiladas. Los pueblos que no se aliaron a Cortés fueron duramente castigados y su población casi fue ex- terminada, por lo que tuvieron que asimilar la cultura española a la fuerza. Du- rante los tres siglos que duró la Colonia, hubo levantamientos indígenas y de esclavos en las zonas del campo.
En Perú los conquistadores no contaron con alianzas indígenas, por el contrario, los incas resistieron durante años la dominación española porque los españoles fueron muy crueles. En los lugares dominados por las fuerzas españolas, los in- dígenas fueron esclavizados en las minas y los rebeldes fueron torturados hasta morir; estas acciones hicieron pensar a los nativos que estaban mejor bajo el Imperio Inca y por eso se agruparon para que regresara.
Durante años, los indígenas tuviero Después de las exploraciones, las potencias europeas conquistaron y colonizaron territorios en América. A partir de entonces, la cultura europea y la de las civili- zaciones americanas se unieron y constituyeron las naciones americanas de hoy.
Los españoles se apoderaron de las grandes civilizaciones americanas: los mexi- cas en Mesoamérica y los incas en los Andes. Eran los imperios más poblados y más importantes, por eso cuando España se dividió administrativamente les otorgó el rango de virreinato. El Imperio Azteca se convirtió en Nueva España en 1535, y la región incaica en el virreinato del Perú, en 1543.
Los demás territorios americanos recibieron los nombres de capitanías hasta que tuvieran más población o riquezas que justificaran elevar su posición, como ocu- rrió en lo que hoy es Colombia, Panamá y Ecuador, que, por la importancia de sus puertos, fue nombrado el virreinato de Nueva Granada en 1717, mientras que lo que hoy es Argentina, se volvió el virreinato del Río de la Plata cuando sus puertos se volvieron puntos de comercio y se encontraron algunos yacimientos de plata.
Para gobernar sus posesiones, los españoles establecieron nuevas instituciones, como la Casa de Contratación de Sevilla, organismo que se encargaba de re- gular el comercio y la migración española en todas las colonias. Los virreinatos también contaron con audiencias en las poblaciones de importancia, las cuales tenían a su cargo tratar asuntos administrativos, económicos y de justicia. Eran presididas por el virrey, quien era el representante del rey en las nuevas tierras y se encargaba de la administración de las mismas. El cargo no era hereditario, los monarcas españoles nombraban a sus representantes según sus aptitudes, por sus servicios leales o como premio.
En general, Nueva España y Perú tuvieron características coloniales muy pare- cidas: ambos virreinatos tuvieron organismos administrativos coloniales, fueron cristianizados por las órdenes religiosas, se explotaron las minas, se hicieron
50grandes haciendas, hubo mestizaje, la arquitectura y la pintura tuvieron el mis- mo estilo, etcétera.
La diferencia radicó en la manera como los pueblos indígenas asimilaron la Con- quista. En Mesoamérica, Hernán Cortés desembarcó en 1519 y, en su avance hacia el centro del Imperio Azteca, encontró a su paso pueblos que se aliaron con él y otros que fueron conquistados. Cuando finalmente Tenochtitlan cayó, los pueblos aliados gozaron de privilegios, lo que permitió que la religión y la administración española fueran más rápidamente asimiladas. Los pueblos que no se aliaron a Cortés fueron duramente castigados y su población casi fue ex- terminada, por lo que tuvieron que asimilar la cultura española a la fuerza. Du- rante los tres siglos que duró la Colonia, hubo levantamientos indígenas y de esclavos en las zonas del campo.
En Perú los conquistadores no contaron con alianzas indígenas, por el contrario, los incas resistieron durante años la dominación española porque los españoles fueron muy crueles. En los lugares dominados por las fuerzas españolas, los in- dígenas fueron esclavizados en las minas y los rebeldes fueron torturados hasta morir; estas acciones hicieron pensar a los nativos que estaban mejor bajo el Imperio Inca y por eso se agruparon para que regresara.
Durante años, los indígenas tuvieron la esperanza de que un príncipe inca, lla- mado Inkarrí, se levantaría en armas para acabar con los españoles, por eso en este virreinato también se rebelaron constantemente. La revuelta más impor- tante fue encabezada por Tupac Amaru II, en 1780, pero a pesar de la cantidad importante de indígenas que lo siguieron, Tupac fue apresado y ejecutado. n la esperanza de que un príncipe inca, lla- mado Inkarrí, se levantaría en armas para acabar con los españoles, por eso en este virreinato también se rebelaron constantemente. La revuelta más impor- tante fue encabezada por Tupac Amaru II, en 1780, pero a pesar de la cantidad importante de indígenas que lo siguieron, Tupac fue apresado y ejecutado. 

ALUMNOS

SI necesitan algún tema de historia escribanlo en comentarios y yo investigare por ustedes !!!!!!!

Expediciones marítimas y conquistas (costas de África, India, Indonesia, América)

El término globalización tiene algunas décadas de existir, pero define la manera en que nuestro mundo se ha unido. Hoy tienes a tu alcance productos origina- rios de Asia, África, Europa, de otros países de nuestro continente; en segundos puedes tener noticias de los lugares más remotos del mundo por el Internet.

 Sin embargo, la globalización fue un proceso que llevó siglos para que existiera como la conocemos hoy, las explora- ciones que las potencias europeas realizaron a finales del siglo xv fueron el primer paso para conocer la existencia de lugares lejanos que no estaban en los mapas. Fue la primera vez que se navegó para darle la vuelta al mundo.
Como recordarás, la caída de Constantinopla y el pode- río naval de los turcos en el Mediterráneo puso un alto al comercio entre Europa y Asia. Las ciudades italianas, que habían basado su riqueza en el intercambio comercial estaban constantemente asediadas por los otomanos, así que se necesitaba una nueva ruta que permitiera seguir
con el comercio y las ganancias que generaba. Portugal fue el primer reino que se aventuró a buscar una nueva manera de llegar al Oriente debido a dos cir- cunstancias favorables, la primera tenía que ver con que fue el primer reino eu- ropeo que tuvo una monarquía fuerte y sin oposición, mientras que otros reinos luchaban por su unificación. La segunda circunstancia era el interés de los mo- narcas por convertir a Portugal en una potencia mercantil y por lo que favorecía la existencia de una población amplia dedicada a la navegación.
Aunque los marinos portugueses no se aventuraban a salir de las costas cono- cidas, por el miedo de no encontrar las corrientes marinas que les permitieran volver y por el temor de encontrar animales submarinos que destrozaran sus na- ves, la navegación progresó en este país. Los reyes portugueses crearon una es- cuela de navegación en Sagres, con marinos italianos que empezaron a enseñar a los portugueses las técnicas más avanzadas para dirigir naves, hacer mapas, distinguir las corrientes marinas. Fruto de esta escuela fueron las expediciones del príncipe Enrique “El Navegante” en el oeste de África, donde Portugal con- quistó el archipiélago de Madeira y Azores.
Con los instrumentos de navegación más avanzados, como el astrolabio, el com- pás y la brújula, los portugueses llegaron en 1460 a Guinea y empezaron a co- merciar con oro, marfil y malagueta (una especia parecida a la ansiada pimienta), además empezaron a comprar esclavos. Años después doblaron el Cabo de Buena Esperanza y alcanzaron India, Malasia y China. En estos lugares estable- cieron puntos de comercio.
Después de su unificación, España también dirigió una política encaminada a consolidarse como potencia naval para competir con Portugal. España avanzó hacia las Islas Canarias y, en 1492, la reina Isabel “La Católica” patrocinó el viaje de exploración de Cristóbal Colón, que tenía como objetivo encontrar una ruta a China antes que Portugal.
Colón, con base en la teoría de la esfericidad de la Tierra, estaba convencido de que podía atravesar el Atlántico; creía que la distancia entre Europa y Asia era menor y que el viaje se haría más rápido por el Océano Atlántico. Si el con- tinente americano no hubiera estado en la ruta de Colón, las naves se habrían perdido en el mar, pero el error de cálculo del marino genovés hizo que España ganara un continente.

La imprenta

Cuando los bárbaros invadieron el Imperio Romano, su lengua se fusionó con el latín y, durante el tiempo que duró la Edad Media, surgieron nuevos lenguajes que pronto serían los idiomas característicos de las naciones. Sin embargo, no había mucha producción literaria, porque la mayoría de la gente no sabía leer ni escribir, además los libros eran copiados a mano en los monasterios y pocas personas podían tener acceso a ellos.
En la época de los viajes de exploración y comercio, las naciones europeas cono- cieron la cultura y los inventos de Oriente, por ejemplo, en Corea y en China se usaban placas de madera que eran grabadas con los ideogramas de su lengua, después eran barnizadas con tinta y por último se les colocaban hojas de papel para que quedaran impresas. Este conocimiento fue llevado a Europa, pero ras- par tablas de madera para formar las letras era cansado y lento, así que, para el siglo XV, apareció una placa de madera con letras que se podían quitar y poner. Esta innovación hizo más rápida la impresión de textos, pero aún salían pocos ejemplares.
Cuando las ciudades crecieron y establecieron sus propios centros educativos, la demanda de libros creció, así que los artesanos que se dedicaban a la im- presión buscaron nuevas maneras de hacer más rápido su trabajo. En Holanda, Lorenzo de Coster empezó a usar cubos de letras movibles y en Alemania, Juan Gutenberg desarrolló un aparato que no sólo usaba los cubos de letras, sino que imprimía más libros en poco tiempo. En 1450, la imprenta de Gutenberg publicó una carta de indulgencias, una Biblia, un libro de gramática y otras obras que ayudaron a la difusión de la cultura. La imprenta llegó a todas las ciudades eu- ropeas, inclusive América tuvo la suya, cuando, en 1539, se mandó una máquina a Nueva España.

La imprenta puso los libros al alcance de la población, los nobles y los burgue- ses empezaron a acumular, en sus palacios y casas, bibliotecas privadas con las obras de los literatos, filósofos, novelistas y poetas del Renacimiento. 
La difusión de ideas nuevas hizo que la gente empezara a cuestionarse los aspectos de su

vida, sobre todo los religiosos. La imprenta fue un invento tan importante para la difusión del conocimiento como el Internet en nuestros días. 

El crecimiento de las ciudades


Gracias a que el comercio se incrementó, las ciudades no sólo se convirtieron en puntos de intercambio de mercancías, sino que empezaron a albergar a per- sonas de todos los rincones del mundo conocido que aportaron su cultura y sus conocimientos para engrandecerlas. Con el paso del tiempo, los monarcas ayu- daron al crecimiento de sus principales ciudades, construyendo palacios y obras arquitectónicas que albergaban a los órganos administrativos del reino, con lo que dieron belleza y grandeza a las principales capitales.
Las urbes de los reinos europeos también fueron importantes centros financie- ros porque los bancos y los lugares de préstamos se encontraban precisamente en calles dedicadas a esos negocios, lugares como Londres (Inglaterra), Brujas (Bélgica) y Burgos (España) crecieron gracias al intercambio monetario que ha- bía en sus avenidas.
Los habitantes de las ciudades se empezaron a identificar por hablar un solo idioma y te- ner ciertas costumbres y tradiciones que, en ocasiones, también eran comunes en otras urbes. Este sentimiento similar permitió que se formaran Estados-nación que no sólo te- nían en común ciertas características, sino que también compartían el gobierno de un monarca que estaba dispuesto a protegerlos y defenderlos de otros reinos.
Poco a poco se formó entre los habitantes de las ciudades un sentido de pertenencia que fue el antecedente de la formación de los países, que tenían un territorio delimita- do, población con similares costumbres que hablaba un mismo idioma, así como un go- bierno centralizado.

La consolidación de las monarquías nacionales (España, Francia, Inglaterra, Rusia)

Conforme los reinos feudales fueron desapareciendo, los Estados europeos em- pezaron a regirse por reyes y príncipes que estaban más preocupados por exten- der sus dominios que por cuidar de sus habitantes. De esta manera el orden políti- co se fue transformando a medida que la riqueza llegaba a las ciudades europeas.
Anteriormente, los señores feudales eran amos de la tierra que les había otorga- do el rey; a él le debían obediencia y cuando el reino entraba en alguna guerra, los señores debían apoyar a su monarca con armas y ejército. Sin embargo, en algunas ocasiones, los señores traicionaban a su rey y se aliaban con los ene- migos del reino; esto propició que los soberanos crearan sus propios ejércitos, que llegaron a ser más poderosos que los de sus señores, con lo cual ya no dependieron de ellos. A los señores feudales no los necesitaron más y pronto pasaron a formar parte de la nobleza, ya fuese provincial o cortesana, algunos se convirtieron en propietarios que perdieron el poder que tenían, aunque se- guían gozando de una propiedad y un título nobiliario, mientras otros vivían en la corte al servicio del rey; en ambos casos reconocían la soberanía del monarca y se supeditaban a ella.
Algunos pequeños reinos europeos se unificaron bajo la figura de un monarca poderoso y se convirtieron en Estados en donde las monarquías se consolida- ron; por ejemplo, España, Francia, Inglaterra y Rusia, mientras que el resto de Europa continuó fragmentada en ducados, condados o marquesados; por ejem- plo, el Sacro Imperio Romano y la Península Itálica.
Los reyes de estas nuevas monarquías nacionales y sus súbditos estaban conven- cidos de que Dios mismo había elegido a los monarcas y a su familia para go- bernar: se consideraban los únicos que podían tomar decisiones porque sabían

lo que mejor le convenía a su pueblo. A esta nueva manera de gobernar se le conoció como Absolutismo.
Los reyes absolutos contaban con su propio ejército, con sus propios organis- mos para recaudar impuestos y para administrar la justicia; además tenían un representante en cada rincón de su reino para vigilar y supervisar en el nombre del rey.
España. El territorio español, como casi toda Europa, estaba dividido en distin- tos reinos; unos eran cristianos, otros eran musulmanes y constantemente se in- volucraban en guerras para expandir sus dominios, pero los dos reinos cristianos más poderosos se unieron mediante el matrimonio de sus soberanos: Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Sus ejércitos combinados lograron expulsar a los musulmanes en 1492, con la toma de Granada. A estos monarcas se les llamó “los reyes católicos” porque lograron unificar los reinos españoles bajo una sola religión. Esta identidad logró que en España se impulsara la economía, la cultura y la ciencia, de tal manera que en poco tiempo se convirtió en un imperio.
Ya en el siglo XVI, el rey Carlos I de España y V emperador de Alemania centra- lizó su poder mediante un complicado sistema administrativo que le garantizó el dominio de todos los aspectos políticos y económicos del reino. Durante su gobierno, España colonizó gran parte del continente americano y logró obtener la riqueza de las nuevas tierras, pero el rey se involucró en diversas guerras para defender el Catolicismo del avance de los protestantes y gastó el oro y la plata del Nuevo Mundo en armas y en su ejército, en lugar de modernizar la industria española. Los reyes que le siguieron continuaron involucrándose en más guerras hasta que, en 1588, Felipe II mandó a su “Armada Invencible” contra Inglaterra. En la batalla, España fue derrotada y con este hecho perdió su poderío naval y su lugar como potencia mundial.
Francia. Este país vio peligrar su unión cuando, en la primera mitad del siglo XVI, los reyes de Francia intentaron detener el avance de los protestantes porque consideraban que una nueva religión podría dividir a la nación. Sin embargo, los enfrentamientos entre católicos y protestantes continuaron y cada vez fue- ron más violentos, hasta que el rey Enrique IV permitió, en 1598, la libertad de creencias. Los soberanos que le siguieron dejaron la administración del reino en manos de sus primeros ministros: Richelieu y Mazarino. Ellos se encargaron de engrandecer al país con acuerdos comerciales con otras potencias y de extender el dominio francés con guerras de conquista.
Bajo el gobierno de estos ministros, Francia no sólo mantuvo la unión nacional, sino que se convirtió en un país próspero y su cultura se puso de moda en el mundo. Cuando murió Mazarino, en 1661, el rey Luis XIV no aceptó la intromi- sión de nadie en su gobierno, se convirtió en un monarca absoluto, tomó el po- der y declaró que la unidad y el gobierno recaían en su persona. Para controlar a los nobles y a sus ministros organizó una serie de obligaciones que debían de cumplir, declaró la religión católica como la única y se involucró en varias gue- rras para obtener territorios clave en el comercio. A su muerte, el predominio francés en Europa terminó. 


Inglaterra. El rey Enrique VIII centralizó todo el gobierno bajo su mando: la economía, la política y la religión. Su hija Isabel I inició la etapa de expansión territorial y económica a través de los mares con el comercio y la piratería. Los si- guientes reyes intentaron gobernar de manera absoluta, pero el Parlamento fue un obstáculo para sus deseos. Esta lucha fue el antecedente de una revolución que cambiaría la vida política del país. 

La segunda expansión islámica y su choque con el mundo cristiano: de la toma de Constantinopla al sitio de Viena

Los turcos fueron una tribu nómada que venía de Turquistán y se estableció en Asia Menor. Allí la tribu creció y su caudillo Otman (de este nombre se derivó el gentilicio con el que fueron conocidos después: otomanos) empezó la expansión de su territorio. Ellos profesaban la religión islámica. Durante Las Cruzadas los turcos y los reinos cristianos se enfrentaron constantemente por el dominio de las rutas hacia Oriente, pero en 1453 el Imperio Otomano consiguió la victoria final, cuando se apoderó de Constantinopla, la capital del Imperio Bizantino. Este hecho hizo que las rutas comerciales fueran cerradas y que gran parte de la población bizantina saliera de sus regiones para escapar de los turcos. Quienes llegaron a Europa llevaron consigo el legado de la cultura griega y romana. Esto propició que, años más tarde, se revaloraran los adelantos científicos y artísticos de ambas civilizaciones. Este acontecimiento fue el antecedente de la época que conocemos como Renacimiento.
Los turcos se apoderaron del mar Egeo y ocuparon Hungría; desde este lugar se prepararon para atacar Europa central. En 1529, el sultán Solimán El Magnífico llevó a los ejércitos turcos a sitiar la ciudad de Viena, sin embargo, el clima frío los hizo retroceder. En el Mediterráneo, el Imperio Otomano se apoderó de Chipre, desde donde empezó a atacar a los barcos de los reinos europeos y les causó graves pérdidas económicas.

Cansados de esta situación, en 1571, los reinos papales, Venecia y España, com- binaron sus flotas para acabar definitivamente con el dominio turco en el Medi- terráneo. Al mando de Juan de Austria, vencieron al sultán Selim II en la batalla de Lepanto, con esta victoria, los reinos cristianos lograron detener el avance turco en Europa y, aunque los otomanos continuaron con sus guerras de con- quista, ya no pudieron conservar su poderío naval en el Mediterráneo. 

El comercio de seda y especias


A principios del siglo XV existían dos rutas comerciales con Asia: la de las espe- cias, que atravesaba el Mediterráneo para internarse por Egipto y el mar Rojo hacia África e India, y la de la Seda, que iba a lo largo de la región central de Asia hasta China. Ambas rutas quedaron cerradas y había que buscar alternativas.
De lejanos lugares llegaron a las mesas de los reyes y los nobles especias como la pimienta, la canela, el cardamomo, el anís, el clavo, el jengibre, etcétera; de igual forma llegaron los tés de distintos sabores que agradaron a los europeos. La no- bleza buscaba continuar saboreando su comida condimentada, aunque tuviera que pagar mucho dinero para ello. Se dice que en esos tiempos, un costalito de pimienta equivalía a un costalito de polvo de oro. Lo mismo sucedió con la seda, las porcelanas y los perfumes.
Al inicio de la Edad Media, los europeos se vestían con telas hechas principal- mente de lana de las ovejas, pero este material, si no es tratado con cuidado, se convierte en una tela áspera al tacto, por eso cuando llegaron las telas hechas de seda, con colores llamativos y una suavidad delicada, la nobleza pagó gran- des cantidades de dinero para tener indumentaria suave y elegante a la vez. Las especias y las telas eran las mercancías que más se vendían y que dejaban a los comerciantes más ganancias porque su demanda era mucha y los nobles paga- ban el precio que fuera por poseerlas.

El principio de la hegemonía europea y el Colonialismo

Hoy día las personas pueden comunicarse entre sí en forma instantánea y, en cuanto a los viajes, es posible ir de una ciudad a otra e incluso de un continente a otro en unas cuantas horas, lo cual no sucedía hacia principios del siglo XV. Por entonces eran muy pocos los que viajaban, la gran mayoría no salía del lu- gar en donde había nacido y muchos no tenían idea de que en el mundo había otras culturas y que existían otros continentes. Como verás más adelante, entre los siglos XVI y XVIII ocurrió una serie de cambios que dio lugar a la hegemonía europea, es decir, a la supremacía de este continente sobre los otros, así como también al establecimiento de colonias de algunos países de Europa en otros sitios del mundo.
Entre las causas que favorecieron tales cambios estuvo el desarrollo de las cien- cias; los avances en matemáticas, física, astronomía y geografía propiciaron que la tecnología también se desarrollara, de tal manera que se empezaron a fa- bricar embarcaciones como la carabela, que sustituyó a los navíos medievales, asimismo, se retomaron instrumentos de navegación, inventados por los chinos y desarrollados por los europeos (como la brújula, el astrolabio y el cuadrante),

que permitieron que los europeos navegaran hacia lugares desconocidos por ellos para buscar mercan- cías y riquezas. Así los marineros, comerciantes y colonos exploraron el resto del mundo.
En el año de 1453 los turcos otomanos se apode- raron de Constantinopla y no permitieron el paso de las caravanas que, por tierra, iban de Europa al continente asiático, tal acontecimiento hizo que se pensara en buscar otra ruta para llegar al Lejano Oriente. Fueron los portugueses quienes iniciaron los viajes marítimos alrededor de las costas africa- nas (esto sucedió hacia 1460) y mediante una nave- gación de cabotaje pudieron llegar al sur de África y, más tarde, a India.

Por su parte, los españoles también se dieron a la tarea de buscar una ruta ma- rítima para llegar a Oriente. Lo que ocurrió cuando Cristóbal Colón, que estaba seguro de la redondez de la Tierra, convenció a los reyes de España para que lo apoyaran en su proyecto de navegar hacia Occidente para llegar a Oriente. Fue así como con tres carabelas abandonó el Puerto de Palos el 3 de agosto de 1492 y, después de más de dos meses, por fin, el 12 de octubre, Colón y sus hombres llegaron a la isla de Guanahaní, en las Antillas; después recorrieron otras islas. A este viaje siguieron tres más; en el tercero tocaron tierra firme.
Esos primeros cuatro viajes en que los europeos surcaron el Atlántico fueron el ini- cio de muchos otros. Fue años más tarde cuando advirtieron que Colón no había llegado a India, sino a otro continente. El nombre que se dio al nuevo continente fue el de América, en honor de Américo Vespucio, navegante que advirtió que las tierras recién descubiertas pertenecían a un nuevo continente y no a India.

La navegación se intensificó y las embarcaciones de distintos reinos europeos recorrieron el mundo entero. Dado el mayor poder de su armamento, pronto empezaron a conquistar las tierras descubiertas, en donde dominaron a las po- blaciones nativas y establecieron colonias. Hacia mediados del siglo XVI España y Portugal habían establecido los primeros imperios coloniales. A fines de ese siglo, los Países Bajos, Inglaterra y Francia también iniciaron la colonización de distintas regiones.