Las urbes de los reinos europeos también fueron importantes centros financie- ros porque los bancos y los lugares de préstamos se encontraban precisamente en calles dedicadas a esos negocios, lugares como Londres (Inglaterra), Brujas (Bélgica) y Burgos (España) crecieron gracias al intercambio monetario que ha- bía en sus avenidas.
Los habitantes de las ciudades se empezaron a identificar por hablar un solo idioma y te- ner ciertas costumbres y tradiciones que, en ocasiones, también eran comunes en otras urbes. Este sentimiento similar permitió que se formaran Estados-nación que no sólo te- nían en común ciertas características, sino que también compartían el gobierno de un monarca que estaba dispuesto a protegerlos y defenderlos de otros reinos.
Poco a poco se formó entre los habitantes de las ciudades un sentido de pertenencia que fue el antecedente de la formación de los países, que tenían un territorio delimita- do, población con similares costumbres que hablaba un mismo idioma, así como un go- bierno centralizado.
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