Cuando las especias llegaron a Europa se convirtieron en una sensación, ya que an-
teriormente la comida sólo estaba sazonada con sal y, en algunos casos, con acei-
tunas y algunas hierbas como el laurel. Las Cruzadas llevaron a los reinos europeos
nuevas maneras de disfrutar los alimentos, pero cuando el comercio del Medite-
rráneo fue cerrado, el deseo de volver a probar las especias hizo que los marinos
buscaran nuevas rutas de navegación, sin tener que enfrentarse a los turcos.
Los portugueses llegaron a Asia y trajeron consigo nuevas especias con sabores únicos, como la nuez moscada, el jengibre, la mandioca y la nuez de la India; frutos como el mango y el plátano; otros productos como soya, arroz, azúcar, madera de alcanfor, sándalo, seda, porcelana y cáñamo. De África, los portu- gueses y holandeses llevaron plantas de ornato, como la sábila, las orquídeas y las violetas, a los jardines de los nobles, junto con aves exóticas, como las grullas y las gallinas de Guinea.
Para 1700, los tés y el café se hicieron tan populares que los viajes de comercio
fueron emprendidos por compañías privadas que contrataban su propia seguri-
dad y no dependían de los gobiernos. Inglaterra, Holanda y Portugal tenían sus
propias compañías que agilizaban el comercio, mientras que España sólo con-
taba con los barcos de la Corona que hacían pocos viajes y eran continuamente
asaltados por piratas.
De América, los españoles llevaron a Europa y Asia el maíz, el cacao, la vainilla, la papa, el tomate, el jitomate, el nopal, el chile, el frijol, el aguacate, el tabaco y animales como los guajolotes. En un principio, los españoles fueron cautelosos para probar los nuevos productos, después éstos se convirtieron en parte de su comida.
A su vez, los colonos europeos llevaron a las nuevas tierras plantas y animales para tratar de igualar, o por lo menos hacerla más parecida a la vida que lleva- ban en su lugar de origen. A las tierras americanas llegaron caballos, burros, mu- las, gallos, gallinas, patos, gansos y ovejas, que pronto se adaptaron al clima y se reprodujeron con facilidad. El intercambio de productos hizo que en todos los lugares se intentara sembrar plantas, para no ir tan lejos para obtenerlas. Cuan- do alguna especie lograba echar raíces, adquiría un sabor propio y único, por ejemplo, el chile de Mesoamérica se sembró en Asia, donde adquirió un sabor aún más picante; mientras que cuando se plantó en España, su picor disminuyó.
Los portugueses llegaron a Asia y trajeron consigo nuevas especias con sabores únicos, como la nuez moscada, el jengibre, la mandioca y la nuez de la India; frutos como el mango y el plátano; otros productos como soya, arroz, azúcar, madera de alcanfor, sándalo, seda, porcelana y cáñamo. De África, los portu- gueses y holandeses llevaron plantas de ornato, como la sábila, las orquídeas y las violetas, a los jardines de los nobles, junto con aves exóticas, como las grullas y las gallinas de Guinea.
Para 1700, los tés y el café se hicieron tan populares que los viajes de comercio
fueron emprendidos por compañías privadas que contrataban su propia seguri-
dad y no dependían de los gobiernos. Inglaterra, Holanda y Portugal tenían sus
propias compañías que agilizaban el comercio, mientras que España sólo con-
taba con los barcos de la Corona que hacían pocos viajes y eran continuamente
asaltados por piratas.
De América, los españoles llevaron a Europa y Asia el maíz, el cacao, la vainilla, la papa, el tomate, el jitomate, el nopal, el chile, el frijol, el aguacate, el tabaco y animales como los guajolotes. En un principio, los españoles fueron cautelosos para probar los nuevos productos, después éstos se convirtieron en parte de su comida.
A su vez, los colonos europeos llevaron a las nuevas tierras plantas y animales para tratar de igualar, o por lo menos hacerla más parecida a la vida que lleva- ban en su lugar de origen. A las tierras americanas llegaron caballos, burros, mu- las, gallos, gallinas, patos, gansos y ovejas, que pronto se adaptaron al clima y se reprodujeron con facilidad. El intercambio de productos hizo que en todos los lugares se intentara sembrar plantas, para no ir tan lejos para obtenerlas. Cuan- do alguna especie lograba echar raíces, adquiría un sabor propio y único, por ejemplo, el chile de Mesoamérica se sembró en Asia, donde adquirió un sabor aún más picante; mientras que cuando se plantó en España, su picor disminuyó.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario