A principios del siglo XV existían dos rutas comerciales con Asia: la de las espe-
cias, que atravesaba el Mediterráneo para internarse por Egipto y el mar Rojo
hacia África e India, y la de la Seda, que iba a lo largo de la región central de Asia
hasta China. Ambas rutas quedaron cerradas y había que buscar alternativas.
De lejanos lugares llegaron a las mesas de los reyes y los nobles especias como la
pimienta, la canela, el cardamomo, el anís, el clavo, el jengibre, etcétera; de igual
forma llegaron los tés de distintos sabores que agradaron a los europeos. La no-
bleza buscaba continuar saboreando su comida condimentada, aunque tuviera
que pagar mucho dinero para ello. Se dice que en esos tiempos, un costalito de
pimienta equivalía a un costalito de polvo de oro. Lo mismo sucedió con la seda,
las porcelanas y los perfumes.
Al inicio de la Edad Media, los europeos se vestían con telas hechas principal- mente de lana de las ovejas, pero este material, si no es tratado con cuidado, se convierte en una tela áspera al tacto, por eso cuando llegaron las telas hechas de seda, con colores llamativos y una suavidad delicada, la nobleza pagó gran- des cantidades de dinero para tener indumentaria suave y elegante a la vez. Las especias y las telas eran las mercancías que más se vendían y que dejaban a los comerciantes más ganancias porque su demanda era mucha y los nobles paga- ban el precio que fuera por poseerlas.
Al inicio de la Edad Media, los europeos se vestían con telas hechas principal- mente de lana de las ovejas, pero este material, si no es tratado con cuidado, se convierte en una tela áspera al tacto, por eso cuando llegaron las telas hechas de seda, con colores llamativos y una suavidad delicada, la nobleza pagó gran- des cantidades de dinero para tener indumentaria suave y elegante a la vez. Las especias y las telas eran las mercancías que más se vendían y que dejaban a los comerciantes más ganancias porque su demanda era mucha y los nobles paga- ban el precio que fuera por poseerlas.
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